martes, 6 de febrero de 2007

Paraíso




Playa Paraíso es una pequeña ensenada ubicada en la Costa Grande de Guerrero, entre Acapulco y Zihuatanejo; se encuentra en el poblado de Hacienda de Cabañas, a unos minutos de Atoyac de Álvarez y el municipio de San Jerónimo.

Para llegar y regresar, la carretera es muy pesada. Conductores, paciencia por favor. Los dos carriles del camino apenas permiten la circulación de lentos camiones e impacientes turistas que llegan corriendo a meterse al agua, ya sea dulce o marina, tras las al menos 7 horas que se requieren para llegar en coche desde el Distrito Federal.

Playa Paraíso es prácticamente virgen. No es recomendable para aquellos que no puedan vivir sin agua de la ducha, baños limpios, o luz eléctrica. Eso sí, es recomendable para quienes buscan un lugar donde no te cobren por meter los pies en la arena.

En Paraíso el agua que se utiliza para todo proviene de la laguna. Las noches se iluminan con la luna llena, el resplandor de las Osas mayor y menor, y las fogatas de cocos y lámparas de petróleo.

Algunos visitantes tiran basura, pero en general quienes están ahí contribuyen con la conservación del lugar.

Las habitaciones de Paraíso las lleva uno. Decenas de tiendas de campaña se extienden bajo las enramadas construidas para dar techo a los bañistas. Algunos habitantes se han establecido en la ensenada de playa Paraíso, y consiguen a sus visitantes (casi) de todo. Desde una mojarra frita hasta cocos secos para hacer la fogata de la noche. Si alguien se decide a ir, vaya a la enramada de Martín, quien nos atendió de la manera más amable y nos procuró de todo lo que llegamos a necesitar

Para llegar a este pequeño edén hay que llegar a Hacienda de Cabañas y recorrer la calle principal de este pueblo hasta su mismo final, justo en el embarcadero donde algunas pequeñas lanchas de motor cobran 10 pesos por persona para cruzar la laguna del lugar.

En estas fechas del año, entre las enramadas y el mar, la laguna de Paraíso extendió un brazo formando un paso de agua dulce hacia el mar, haciendo las funciones de una alberca natural de un metro de profundidad, ideal para aquellas personas que no se atreven a desafiar el poder de las olas del mar abierto del Pacífico mexicano (que para quienes sí se atreven a tocar sus aguas con los pies descalzos es divertido e incitante para largas meditaciones).

También me gustó visitar de nuevo Acapulco, a pesar que estaba lleno de gente. Fue una especie de dejá vu pisar la gruesa arena de Puerto Marqués el domingo. Qué bien se come en esa playa, por cierto.

Me impresionó constatar que los chilangos llevamos nuestro tráfico y caos a donde quiera que vayamos. Las calles de Acapulco, por ejemplo, parecían del Distrito Federal por la cantidad de placas de la ciudad y del Estado de México que se observaban. Según mi cálculo, de cada 10 placas de Acapulco este fin de semana, cuatro eran del DF, dos del Estado de México, y 4 de Guerrero.

Cómo ha crecido Acapulco, por cierto. Tenía una década que no me paraba por allá y vaya que se ha urbanizado en este tiempo.

La Autopista del Sol, para llorar. Unos 10 tramos en reparación vuelven insoportable para los conductores el trayecto. Por tanto tráfico hay que hacer más paradas y se ven más accidentes o automóviles con problemas mecánicos. Carísima además, creo que Caminos y Puentes Federales debería incluso pagar a los turistas por transitar por la autopista, pues en tramos parecía un gran estacionamiento.

Lástima que los momentos que más se disfrutan tengan que durar a veces tan poco. Y lástima también que hayan sido necesarias 9 horas para regresar a casa.

Y qué frío hace en la ciudad de México. Pero que bonito es estar en casa, con tu regadera con agua caliente, tu almohada suavecita y tu inodoro limpio.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La aventura se antoja... aunque quizá cabría una sugerencia para futuros viajes: ¿sería posible que antes de trasladarse a Paraíso todos se bañaran a conciencia y utilizaran un eficaz desodorante, digo, para disminuir los malos olores y evitar que la estancia ahí se traduzca en un infierno olfativo? Perdón, sé que soy muy sangrona, pero es que mi nariz es aún más quisquillosa que yo. No soy anónima, aunque aquí aparezca como tal... querido Demian, creo que sabes bien quién soy.

Demian Magallán ® dijo...

Así es Deborita. El paraíso podría convertirse en un infierno si no atendemos la "generación de olores".
En realidad la gente limpia lo es en todas partes, aun cuando no haya regaderas. Quién es sucio terminará con piojos por más champú que se ponga.
En Paraíso se puede ser limpio al menos de dos maneras: bañándose en el río y no tirando desperdicios en el agua o la arena.
Ojalá todos respetaran el derecho de los demás a tener un mundo sin malos olores.