Fuera del Cielo es una película nihilista. Con un sonido pésimo, por cierto, en la sala 9 del Palacio Chino.
Fui a verla porque Amor y Muerte comenzaba muy tarde en el cine más cercano a casa, el Diana. Dejé la película de Woody Allen y la deslumbrante Scarlett para el fin de semana, a fin de disfrutarla sin pensar en la desmañanada de mañana.
Vi Fuera del Cielo por recomendación de los compañeros del trabajo, la mejor mercadotecnia, de boca en boca. Su título me recuerda la situación en la que quedan, entre otros, quienes optan por acabar voluntariamente con su existencia. Es decir, el infierno al que se van, por ejemplo, los suicidas.
Demián Bichir, el Marlboro, no cree en nada. Muy mala influencia, por cierto, para quienes quieren dejar el cigarro y no pueden. El Marlboro es el que está dispuesto a morir, no en vano su nombre. Se reencuentra tras salir del tambo, por un día, con su hermano, quien es casi su antítesis. El Cucú es quien lucha por la vida, a quien le gustan los madrazos (y no precisamente los políticos de allá de Tabasco). Él Cucú, no fuma, pero le entra re bien a las cubas con hielos, tampoco cree en nada.
Creo que el tema de Fuera del Cielo, más que el perdón (como lo vende la cartelera del periódico), es en realidad la soledad (que no es lo mismo que solitud).
La película me pareció profunda, aunque difícil. Moralmente sucia, como la ciudad de México que retrata. Por ratos sentí que no iba a pasar nada, aunque Javier Patrón Fox mantiene el suspenso con la historia de un robo. Recomiendo verla, pero en un cine en el que no saturen las bocinas.
Saludos a mi lectora.
jueves, 1 de febrero de 2007
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